viernes, 18 de julio de 2008

El imaginero criollo


Si existe una "sociología de la imaginación" que permite establecer relaciones entre el estilo y las orientaciones culturales que las enmarcan, la obra artística de Juan de Dios Mena, versos y tallas, tienen como objetivo la lectura en el contexto de la tradición del arte popular. Como los imagineros que tallaban figuras que eran elementos de devoción, sujetas a los cambios de costumbres, Mena recorre un largo camino en tres grandes etapas de transformación, como lo ha señalado reiteradas veces la crítica de arte, creando una tipología muy vasta de un contexto social con el cual se identifica. El estilo de sus tallas, donde predomina un elemento de exageración y distorsiones agresivas, refleja claramente una concepción del mundo de tipo "populista" que no es ajena a las sátiras de un Daumier, a las denuncias de Hernández o al tierno humor de los gauchos de Estanislao del Campo, en un amplio espectro cultural de reservas, marginadas entre las distorsiones de lo popular y lo culto. Su originalidad proviene, entonces, del despoja miento que fue haciendo su espíritu para desprenderse de todos los lastres que él consideraba ajenos a la esencia de un linaje telúrico. Su originalidad consiste en haber creado una obra marginada para quienes no se sienten "identificados con nuestra tierra", aun cuando, por supuesto, esas limitaciones o preconceptos rectores no alteran la calidad de objeto de arte que las independiza de sus teorías, o mejor de sus concepciones contradictorias. Cierta vez dijo que sus piezas talladas no era esculturas sino "caricaturas de madera". Quería decir, como, que sus obras eran apenas esbozos, lineas que se cruzaban y formas indecisas rodeando un límite definido: el alma de los seres que lo rodeaban. Esos que él veía tan claramente en su alrededor. Parecía no haber en sus creaciones, una deliberación estética. Por eso dijo que "las exposiciones de escultura me dejan más frío que una heladera". Pero había una voluntad definitoria que fue conformando una visión de estilo, un estilo auténticamente suyo. Su originalidad proviene de haber buscado el fondo de cada ser marginado para ubicarlo en el mundo de otras relaciones culturales. Sus tallas, como su poesía, nos muestran individuos esbozados con una penetrante psicología de la vida, criolla o urbana, como lo haría con jovialidad Fray Mocho, dentro de la picaresca de un retratista como Roberto Payró, en relación con los "grotescos" del teatro de Armando Discépolo. en una íntima relación entre lo trágico y lo cómico, donde no faltan los gauchos festivos o trágicos de Florencio Molina Campos en unas temperas "de almanaque" Que perduran como paisanos de los "tapes" de Mena. "¿Caricatura? ¿Sátira? ¿Grotesco?" Son las preguntas que se hace el crítico José León Pagana en 1936 frente a su primera exposición en Buenos Aires, cuando se encuentra con unas tallas policromadas que resultan difíciles de enmarcar en un estilo o en una escuela, aun cuando las reconoce como "la expresión de un arte bellamente representativo". A partir de esos años se puede formar una pirámide a la cual se sube desaprensivamente al principio, ligeramente y con sonrisas de aprobación después. pero que. poco a poco, nos va sumiendo en un mundo pobremente dramático. Su contacto con los hombres de campo le había dado un . destino, un carácter, una ideología, y su obra había nacido lejos de otros destinatarios que no ¡" fueran esos paisanos para los cuales comenzó a crear un mensaje que ellos podían descodificar o entender sin ningún esfuerzo. Los imagineros tallaban elementos de devoción para los creyentes y transmitían los efectos de una comunión en ese ámbito religioso. Nuestro imaginero criollo comienza a tallar sus "muñecos" para divertir a los paisanos de la estancia. remedando, caricaturizando. deformando, "con la esperanza de que hasta los hombres de clase mas baja pudiesen percibir su tendencia: y en realidad, las pasiones pueden expresarse con mayor energía mediante una pincelada vigorosa y audaz que con el grabado más delicado ... ", Quizá sorprenda saber que estas palabras pertenecen al autor de los "grotescos" del arte popular holandés del siglo XVIII. Hogarth, del cual dijo un crítico europeo estas palabras, que parecen mentar alas grotescos inclasificables de Mena: "En todo el siglo XVIII los grabados de Hogarth fueron convertidos a menudo en cuadros muy primitivos. relegándolos por completo al ámbito del arte popular. Simplificando mucho los originales, y sumándoles con frecuencia detalles brutales y caricaturescos, procuraron obtener expresiones exagerada mente grotescas...". El artista y el creador de formas se caracterizan por un espíritu de concentración que lo ensimisma en lo que tiene de imaginario la realidad inmediata. Sus estados de sueño o de vigilia poseen y desencadenan una energía a través de la cual revive obscuros e inconscientes estados de simpatía con el mundo. Esa concentración mental le permite interpretar y expresar el mundo de las profundidades. de las cuales no sale en ese instante de la revelación. Después que esas energías cesan, el artista parece un hombre como todos los demás. aun cuando está siempre en "un estado de emergencia", Gastón 8achelard dice que la profundidad y la exuberancia de un poema son siempre fenómenos de la duplicación resonancia - repercusión, a través de la cual. el artista (el poeta) reanima en nosotros unas profundidades. Lo significativo de esa "concentración" es que reúne en el campo de la imaginación lo que estaba disperso en el mundo de las realidades objetivas. y que opera como una fuerza de atracción magnética que atrae al objeto y lo devora para convertirlo en la imagen ilusoria) del mundo exterior, en un juego inevitable que va desde afuera hacia adentro y desde ese centro se revierte convertido en otro mecanismo de la conciencia. La concentración es posesión de una soledad esencial que la obra del artista devuelve al mundo para poder reintegrarse a él. Los imagineros de América Hispánica tallan anónimas figuras religiosas del culto de los conquistadores y desde los altares y los púlpitos ingresan al nuevo mundo del cual estaban marginados. Juan de Dios Mena comienza a tallar cabezas de paisanos y se integra a un mundo que , para él es un símbolo de la genuinamente nacional. El es un testigo con una visión doble que proviene de un movimiento del alma que mira y registra. Su simpatía con esos criollos inmediatos oculta un rechazo de las "bellas artes", y como los imagineras anónimos se pierde en el anonimato de aquellos que llevan sus primeras piezas hacia el olvido o el silencio. Es la misma actitud del coplero que se siente feliz solamente por haber sido destinado por Alguien para cantar y fundir sus versos con los demás. En esa primera época sus tallas se diferencian no solamente porque debe recurrir a materias ajenas (pelos, trapos, sombreritos, accesorios), sino porque todavía el artesano, ensimismado en la relación inmediata, cambia "bromas" que tienen formas de "esculturas" o "muñecos" o "caricaturas" de madera. Es caricatura porque acentúa rasgos, deforma y esquematiza a personas que esos criollos conocen con el rostro verdadero de todos las días. Existe de esa época un testimonio personal recogido en un reportaje de Manuel García Hernández, publicado en 1941, en el diario de Lima, La Crónica, en el cual luego de contar -con ligeras modificaciones- la anécdota del mango del bastón, Mena dice:

"Ya no sabía nada de escultura, ni sonaba que algún día pudiera hacer nada de esto que hago ahora. Por eso, a esa misma ignorancia debo que siempre he sido libre. No sigo a nadie. Seguí haciendo cabezas de gente conocida de la estancia. Las animaba poniéndoles cabellos ásperos, bigotes de cerda y con ellos nos reíamos. La peonada celebraba se interesaba cada vez más. Algunas veces les colocaba a esas cabezas hongos del campo por sombreras y así fue cómo nació en mí la noción de escultura. De esa diversión, de ese pasatiempo campero, ha nacido este arte propio. Mis muñecos, caricaturescos, grotescos, tienen, sin embargo, expresiones humanas ... ".